RODRIGO en «Las mocedades del Cid»

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Jornada I - Rodrigo solo.

RODRIGO: 
Suspenso, de afligido,
estoy... Fortuna, ¿es cierto lo que veo?
¡Tan en mi daño ha sido
tu mudanza, que es tuya, y no la creo!
¿Posible pudo ser que permitiese
tu inclemencia que fuese
mi padre el ofendido? ¡Extraña pena!
¿Y el ofensor el padre de Jimena?
¿Qué haré, suerte atrevida,
si él es el alma que me dio la vida?
¿Que haré--¡terrible calma!—
si ella es la vida que me tiene el alma?
Mezclar quisiera, en confïanza tuya,
mi sangre con la suya,
¿y he de verter su sangre? ¡Brava pena!
¿Yo he de matar al padre de Jimena?
Mas ya ofende esta duda
al santo honor que mi opinión sustenta.
Razón es que sacuda
de amor el yugo y, la cerviz exenta,
acuda a lo que soy; que habiendo sido
mi padre el ofendido,
poco importa que fuese--¡amarga pena!
el ofensor el padre de Jimena.
¿Que imagino? Pues que tengo
más valor que pocos años,
para vengar a mi padre
matando al conde Lozano,
¿qué importa el bando temido
del poderoso contrario,
aunque tenga en las montañas
mil amigos asturianos?
¿Y qué importa que en la corte
del rey de León, Fernando,
sea su voto el primero,
y en guerra el mejor su brazo?
Todo es poco, todo es nada
en descuento de un agravio,
el primero que se ha hecho
a la sangre de Laín Calvo.
Daráme el cielo ventura,
si la tierra me da campo,
aunque es la primera vez
que doy el valor al brazo.
Llevaré esta espada vieja
de Mudarra el castellano,
aunque está bota y mohosa,
por la muerte de su amo;
y si le pierdo el respeto,
quiero que admita en descargo
del ceñírmela ofendido,
lo que la digo turbado.
Haz cuenta, valiente espada,
que otro Mudarra te ciñe,
y que con mi brazo riñe
por su honra maltratada.
Bien sé que te correrás
de venir a mi poder,
mas no te podrás correr
de verme echar paso atrás.
Tan fuerte como tu acero
me verás en campo armado;
segundo dueño has cobrado
tan bueno como el primero.
Pues cuando alguno me venza,
corrido del torpe hecho
hasta la cruz en mi pecho
te esconderé, de vergüenza.
(Vase.)


Castro

Guillén de Castro y Bellvís (1569–1631) fue un dramaturgo español, considerado como el más importante de la escuela valenciana de fines del siglo XVI. Su obra más famosa es Las mocedades del Cid.





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